El que busca, encuentra ...

Unidad 5: Ser Cristiano

La dimensión religiosa de la persona impregna todos sus ámbitos y se transmite en sus actos: los cristianos reconocen que todos los seres humanos hemos sido creados por Dios y a su imagen y semejanza y que, además, somos hijos suyos y hermanos unos de otros. Esta declaración de principios fundamenta la dignidad de las personas y sus derechos. Esta dignidad e igualdad de derechos es reconocida, prácticamente, por toda la Humanidad, aunque las razones en que se fundamenta pueda variar. En esta unidad, nos ocupamos precisamente de este tema.

El proceso que seguimos se sitúa, pues, en esta doble perspectiva: humanitaria, basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y cristiana, basada en la visión evangélica de la persona y en su valor por el solo hecho de serlo. Este criterio estuvo ya presente en la mentalidad y estilo de vida de los primeros cristianos que poco a poco tomaron conciencia de que Dios no hace distinciones y, por lo tanto, todos somos iguales.

Todos habitamos el mismo Planeta
Los seres humanos viven en distintos lugares del mundo, con distintas tradiciones, lenguas, costumbres... pero cada persona tiene valor por sí mismo y posee los mismos derechos que el resto de la Humanidad. Los cristianos han de procurar hacer el mundo cada vez más humano y amar al prójimo como enseñó Jesús.


Las Naciones Unidas
Los derechos humanos son aquellos que poseen todas las personas por el mero hecho de serlo y por encima de cualquier diferencia. Estos derechos establecen la igualdad entre las personas, defienden su dignidad y promueven un trato fraterno entre los seres humanos.


El Buen Samaritano
La parábola del buen samaritano precisa el mensaje de Jesús sobre el amor al prójimo. Este amor se fundamenta en el origen de todo ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza y hecho hijo suyo. En consecuencia, todos somos hermanos y hemos de amarnos unos a otros como tales.



Dios no hace distinciones
Los primeros cristianos tuvieron que resolver los problemas de convivencia propios de la  sociedad en la que vivieron. Con la fuerza que recibieron del Espíritu Santo cayeron en cuenta de que Dios no hace distinciones, sino que acoge y acepta a toda persona y, en buena lógica, los cristianos deben hacer lo mismo. Para un cristiano, todos los hombres y mujeres somos iguales a los ojos de Dios.

Himno: Creo en Jesús [Carmelo Erdozain]


Presentación Electrónica de la Unidad 5